Me he quedado mirando el alto cielo, el alto vuelo de la alondra en vuelo, un jazmín del país trepando alto enredado en las ramas de una vieja araucaria, un apurado avión saliendo de una nube como si la nube fuera el aeropuerto. . . Y allá me fui, tras mi mirada, arrancada del suelo, también yo volando, dejando atrás la tierra, los caminitos de hormigas, la regadera junto a la canilla del parque, esa canilla que gotea para que los gorriones mojen sus plumas y beban...
Ni cuando duermo puedo estarme quieta. Huyo con cada sueño.
Y si suena la música, me agarro de las notas como de las crines de un potro y allá voy, a la carrera loca.
Hay veces que me siento muy cansada, que quisiera quedarme, como todos, sentada muelle-mente, las manos detenidas en la falda . . . pero no, no puedo... este cuerpo que tengo es una excusa, le pertenezco solamente para la sed y el hambre, nada más, nada más ...
No estoy en este cuerpo más que unos momentitos por día, todo el resto del tiempo ando senderos desbocados y verdes. . . soy un río, soy un mar, soy un poco de arena en un desierto, soy un campanario a la hora del ángelus, un huevo de perdiz entre el yuyal.
También tú.
¿No has probado?
¿Nunca se te ha ocurrido?
¿Crees que solamente eres eso que miras en el espejo?
No. Estás equivocada. Eres el universo.
Eres todas las cosas que existen en el mundo.
Cierra los ojos, respira hondamente, imagina el olor de una manzana.
Imagina su cáscara brillante. Y su color ardido. Y su sabor.
ERES esa manzana.
Y eres todas las frutas con sus zumos de néctar, y la savia nutricia que corrió por las ramas subiendo por raíces hundidas en la tierra.
Y eres la tierra. Parda. Germinadora. Fresca.
Eres el lecho de las correteadas.
Eres la cuna de los peces.
Eres el claro espejo donde se acuestan los luceros.
Eres el agua del deshielo de los picos altos.
Eres. Soy. Porque lo mismo somos tú y yo. Somos la misma carne estremecida, paridora, creadora.
Somos la misma historia con diferentes nombres y llantos a deshora.
Y sonreímos por las mismas causas.
Y anhelamos un poco de calor y compañía.
Somos. Soy.
Déjame decirte que te entiendo, que te creo aunque me mientas, porque la mentira no es más que otra verdad que a veces duele menos.
Que podemos intercambiar las rosas.
Que podemos compartir el miedo.
Que hay una sola llave que abre todas las cerraduras: la palabra amistad, con su sentido mágico.
Sé absolutamente todo de ti y estoy segura de que no existen secretos.
Una ronda de células iguales va girando en el mundo y nos componen: se reúnen un rato en cada ser, se dispersan para armar otros seres. . . ¿ y qué nos diferencia, dime, qué?
Si me hago mal, te hago mal.
Si te haces mal, me haces mal.
Creo que eso es lo que verdaderamente tenemos que comprender para que la felicidad no sea un símbolo.
Todos somos todos
Y lo que lastima y hace doler y mata es que creamos que somos cada uno, que cada cual es otro, que cada ser es una bolsa de piel con distinto relleno.
Tal vez cueste un poco saber.
Tal vez nos lleve tiempo llegar a conocer profundamente el mensaje.
Pero cuando llegamos al fondo de la idea, cuando la idea se mezcla con nuestra esencia, se aclara la oscuridad.
No estamos solos si soy el junquillo amarillo que florece al costado del arroyo.
No estamos solos si soy este durazno de dorada pulpa.
No estamos solos si eres el pan crujiente.
No estamos solos si aquél es música y aquélla es lluvia.
Y nadie muere si todos somos todos
No mueres aunque mueras. Y no muero aunque muera.
Porque si muero, lo que se muere de mí es casi nada, me quedo tan en ti y en la nube y en el bosque de pinos y en las alas del colibrí de plata, me quedo tan en el sonido y en el sabor y en la luz persistente y renovada, que ya no importará lo que se pudra, porque lo que se pudre es abono de todo lo viviente.
Y empezaré de nuevo cada vez que un pastito nuevo crezca.
Y empezaré de nuevo cada vez que un azahar se transforme en naranja.
Y empezaré de nuevo cada vez que nazca el hijo de alguien.
Y empezaré de nuevo cada vez que unos pasos recorran un camino cualquiera.
Por eso no me quedo quieta nunca, aunque parezca reposada y quieta, aunque me vean sin hacer nada.
Lo que ven es un retrato, tan sólo, porque lo más probable es que no esté allí, que haya dejado por un rato el cuerpo y me haya ido a recorrer aires, senderos, aguas...
Para que nada se termine, para que todo continúe viviendo, para que el tiempo no deshaga nudos, para que no se aquieten los gestos del amor... crezco y decrezco permanentemente: soy una mujer y soy una manzana.
Y una perra y un águila y un caracol y una constelación y un granito de arena... y el grano de una espiga...
Para que siga la vida. Para que siga yo estando viva.
Mirando el alto cielo, planeando en alto vuelo, arrancada del suelo... siempre, siempre arrancada del suelo.
Ni cuando duermo puedo estarme quieta. Huyo con cada sueño.
Y si suena la música, me agarro de las notas como de las crines de un potro y allá voy, a la carrera loca.
Hay veces que me siento muy cansada, que quisiera quedarme, como todos, sentada muelle-mente, las manos detenidas en la falda . . . pero no, no puedo... este cuerpo que tengo es una excusa, le pertenezco solamente para la sed y el hambre, nada más, nada más ...
No estoy en este cuerpo más que unos momentitos por día, todo el resto del tiempo ando senderos desbocados y verdes. . . soy un río, soy un mar, soy un poco de arena en un desierto, soy un campanario a la hora del ángelus, un huevo de perdiz entre el yuyal.
También tú.
¿No has probado?
¿Nunca se te ha ocurrido?
¿Crees que solamente eres eso que miras en el espejo?
No. Estás equivocada. Eres el universo.
Eres todas las cosas que existen en el mundo.
Cierra los ojos, respira hondamente, imagina el olor de una manzana.
Imagina su cáscara brillante. Y su color ardido. Y su sabor.
ERES esa manzana.
Y eres todas las frutas con sus zumos de néctar, y la savia nutricia que corrió por las ramas subiendo por raíces hundidas en la tierra.
Y eres la tierra. Parda. Germinadora. Fresca.
Eres el lecho de las correteadas.
Eres la cuna de los peces.
Eres el claro espejo donde se acuestan los luceros.
Eres el agua del deshielo de los picos altos.
Eres. Soy. Porque lo mismo somos tú y yo. Somos la misma carne estremecida, paridora, creadora.
Somos la misma historia con diferentes nombres y llantos a deshora.
Y sonreímos por las mismas causas.
Y anhelamos un poco de calor y compañía.
Somos. Soy.
Déjame decirte que te entiendo, que te creo aunque me mientas, porque la mentira no es más que otra verdad que a veces duele menos.
Que podemos intercambiar las rosas.
Que podemos compartir el miedo.
Que hay una sola llave que abre todas las cerraduras: la palabra amistad, con su sentido mágico.
Sé absolutamente todo de ti y estoy segura de que no existen secretos.
Una ronda de células iguales va girando en el mundo y nos componen: se reúnen un rato en cada ser, se dispersan para armar otros seres. . . ¿ y qué nos diferencia, dime, qué?
Si me hago mal, te hago mal.
Si te haces mal, me haces mal.
Creo que eso es lo que verdaderamente tenemos que comprender para que la felicidad no sea un símbolo.
Todos somos todos
Y lo que lastima y hace doler y mata es que creamos que somos cada uno, que cada cual es otro, que cada ser es una bolsa de piel con distinto relleno.
Tal vez cueste un poco saber.
Tal vez nos lleve tiempo llegar a conocer profundamente el mensaje.
Pero cuando llegamos al fondo de la idea, cuando la idea se mezcla con nuestra esencia, se aclara la oscuridad.
No estamos solos si soy el junquillo amarillo que florece al costado del arroyo.
No estamos solos si soy este durazno de dorada pulpa.
No estamos solos si eres el pan crujiente.
No estamos solos si aquél es música y aquélla es lluvia.
Y nadie muere si todos somos todos
No mueres aunque mueras. Y no muero aunque muera.
Porque si muero, lo que se muere de mí es casi nada, me quedo tan en ti y en la nube y en el bosque de pinos y en las alas del colibrí de plata, me quedo tan en el sonido y en el sabor y en la luz persistente y renovada, que ya no importará lo que se pudra, porque lo que se pudre es abono de todo lo viviente.
Y empezaré de nuevo cada vez que un pastito nuevo crezca.
Y empezaré de nuevo cada vez que un azahar se transforme en naranja.
Y empezaré de nuevo cada vez que nazca el hijo de alguien.
Y empezaré de nuevo cada vez que unos pasos recorran un camino cualquiera.
Por eso no me quedo quieta nunca, aunque parezca reposada y quieta, aunque me vean sin hacer nada.
Lo que ven es un retrato, tan sólo, porque lo más probable es que no esté allí, que haya dejado por un rato el cuerpo y me haya ido a recorrer aires, senderos, aguas...
Para que nada se termine, para que todo continúe viviendo, para que el tiempo no deshaga nudos, para que no se aquieten los gestos del amor... crezco y decrezco permanentemente: soy una mujer y soy una manzana.
Y una perra y un águila y un caracol y una constelación y un granito de arena... y el grano de una espiga...
Para que siga la vida. Para que siga yo estando viva.
Mirando el alto cielo, planeando en alto vuelo, arrancada del suelo... siempre, siempre arrancada del suelo.
EN ALTO VUELO, DEL LIBRO "ES TAN LARGO EL OLVIDO" DE POLDY BIRD