jueves, 17 de mayo de 2018

REUNIÒN DIABÒLICA - Reflexión


Hola amigos y suscriptores, hoy comparto una reflexión, (Desconozco el autor): "Reunión diabólica", que tiene que ver con nuestra vida cotidiana y la influencia del entorno en que vivimos, la tecnología y los medios de comunicación, cambiando la escala de valores, inclinándonos a todos hacia lo material y alejando cada vez más lo espiritual... la música es "Apocalipse" de SYVS, para leer detenidamente y sacar conclusiones.

lunes, 7 de mayo de 2018

Canto de esperanza - Poema - Rubén Darío


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Canto de esperanza

Poema 

Rubén Darío


Un gran vuelo de cuervos mancha el azul celeste.
Un soplo milenario trae amagos de peste.
Se asesinan los hombres en el extremo Este.
¿Ha nacido el apocalíptico Anticristo?
Se han sabido presagios y prodigios se han visto
y parece inminente el retorno de Cristo.
La tierra está preñada de dolor tan profundo
que el soñador, imperial meditabundo,
sufre con las angustias del corazón del mundo.
Verdugos de ideales afligieron la tierra,
en un pozo de sombra la humanidad se encierra
con los rudos molosos del odio y de la guerra.
¡Oh, Señor Jesucristo! ¡Por qué tardas, qué esperas
para tender tu mano de luz sobre las fieras
y hacer brillar al sol tus divinas banderas!
Surge de pronto y vierte la esencia de la vida
sobre tanta alma loca, triste o empedernida,
que amante de tinieblas tu dulce aurora olvida.
Ven, Señor, para hacer la gloria de Ti mismo;
ven con temblor de estrellas y horror de cataclismo,
ven a traer amor y paz sobre el abismo.
Y tu caballo blanco, que miró el visionario,
pase. Y suene el divino clarín extraordinario.
Mi corazón será brasa de tu incensario.

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viernes, 27 de abril de 2018

La coherencia

-La coherencia-

Cuento anónimo

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 El semáforo se puso amarillo justo cuando él iba a cruzar en su automóvil y como era de esperar, hizo lo correcto: Se detuvo en la línea de paso para los peatones, a pesar de que podría haber rebasado la luz roja, acelerando a través de la intersección... 
La mujer que estaba en el automóvil detrás de él estaba furiosa. Le tocó la bocina por un largo rato e hizo comentarios negativos y vulgares en alta voz, ya que por culpa suya no pudo avanzar a través de la intersección...
 y para colmo, se le cayó el teléfono y se le regó el maquillaje... 
En medio de su pataleta, oyó que alguien le tocaba el cristal del lado.
 Allí, parado junto a ella, estaba un policía mirándola muy seriamente.

 El oficial le ordenó salir de su coche con las manos arriba y la llevó a la comisaría donde la revisaron de arriba abajo, le tomaron fotos, las huellas dactilares y la pusieron en una celda... 
Después de un par de horas, un policía se acercó a la celda y abrió la puerta. La señora fue escoltada hasta el mostrador, donde el agente que la detuvo estaba esperando con sus efectos personales:

 - "Señora, lamento mucho este error", le explicó el policía. "Le mandé a bajar mientras usted se encontraba tocando la bocina fuertemente, queriendo pasarle por encima al automóvil del frente, maldiciendo, gritando improperios y diciendo palabras soeces.
 Mientras la observaba, me percaté que:

 • De su retrovisor cuelga un rosario,
 • Su carro tiene en la defensa una calcomanía que dice: "Jesús te ama",
 • Su tablilla tiene un borde que dice "Amor y paz", 
• En la parte de atrás hay otra tablilla que dice" La paciencia es la madre de las virtudes", 
• Otra calcomanía que dice: "Practica la meditación".
 • Y finalmente, el emblema cristiano del pez. Como es de esperarse, supuse que el auto era robado". 

Esta simpática historia muestra la importancia de ser coherentes entre lo que creemos,
 lo que decimos y lo que hacemos!!!.

lunes, 16 de abril de 2018

NADA PUEDE DETENERSE... WALT WITMAN

Comparto un bellísimo poema del gran escritor Walt Witman: "Nada puede detenerse",. La música es de : Quincas Moreira - “Miles Beyond”y la imágenes extraídas de Intrnet, para relajarse y disfrutar...

jueves, 22 de marzo de 2018

ESTE ES MI VIOLíN. - Fábula.


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Ocurrió en París, en una calle céntrica aunque secundaria. Un hombre, sucio y maloliente tocaba un viejo violín. Frente a él, sobre el suelo, estaba su boina boca arriba, con la esperanza de que los transeúntes se apiadaran de su condición y le arrojaran algunas monedas. El pobre hombre trataba de sacar una melodía del violín, pero era imposible identificarla debido a lo desafinado que estaba el instrumento y a la forma displicente y aburrida con que tocaba.
Un famoso concertista, que junto con su esposa y unos amigos salía de un teatro cercano, pasó frente al mendigo. Todos arrugaron la cara al oír aquellos sonidos tan discordantes y no pudieron menos que reír de buena gana.
Entonces la esposa pidió a su marido que tocara alguna melodía. El concertista echó una mirada a las pocas monedas en el interior de la boina del mendigo, y decidió hacer algo. Le pidió el violín. El mendigo se lo prestó con cierto resquemor.
Lo primero que hizo el concertista fue afinar sus cuerdas. Y después, vigorosamente y con gran maestría, arrancó una melodía fascinante del viejo instrumento. Los amigos comenzaron a aplaudir y los transeúntes empezaron a arremolinarse para ver el improvisado espectáculo. Al escuchar la música, la gente de la cercana calle principal acudió también y pronto hubo una pequeña multitud escuchando arrobada el extraño concierto. La boina se llenó, no solamente de monedas, sino de muchos billetes. Mientras, el maestro tocaba una melodía tras otra, con alegría y pericia. El mendigo se sentía feliz al ver lo que ocurría y no cesaba de dar saltos de contento y repetir orgulloso a todos:
-iEse es mi violín! ¡Ese es mi violín!  El mendigo decía la verdad, era SU violín.
Lo cierto es que la vida nos da a todos un violín, que son nuestros conocimientos, habilidades y aptitudes. Y tenemos libertad para tocar ese violín como nos plazca. Algunos, por pereza, ni siquiera lo afinan. No perciben que deben prepararse, aprender, desarrollar habilidades y mejorar constantemente sus aptitudes si quieren dar un buen concierto. Pretenden «una boina llena de dinero», y lo que entregan es una «discordante melodía» que no gusta a nadie.
Autores: Jaume Soler y M. Mercé Conangla

lunes, 26 de febrero de 2018

Fragmento del Libro de Phyllis K Davis: El poder del tacto


Comparto un fragmento del libro de Phyllis K. Davis "El poder del tacto",este texto se titula "Por favor, tócame", La Dra. Phyllis K. Davis practica la psicoterapia. imparte clases sobre el tacto, investiga la salud, asuntos emocionales y espirituales, escribe y trabaja para ayudar a que comprendamos el poder del amor y el tacto , (caricias) entre personas que viven en familia y tienen amigos,... la música es de: Topher Mohr and Alex Elena “Sweet as Honey” valiosas enseñanzas para leer ,disfrutar y reflexionar.

sábado, 20 de enero de 2018

La mancha de humedad.- Juana de Ibarbourou

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La mancha de humedad

Hace algunos años, en los pueblos del interior del país no se conocía el empapelado de las paredes. Era éste un lujo reservado apenas para alguna casa importante, como el despacho del Jefe de Policía o la sala de alguna vieja y rica dama de campanillas. No existía el empapelado, pero si la humedad sobre los muros pintados a la cal. Para descubrir cosas y soñar con ellas, da lo mismo. Frente a mi vieja camita de jacarandá, con un deforme manojo de rosas talladas a cuchillo en el remate del respaldo, las lluvias fueron filtrando, para mi regalo, una gran mancha de diversos tonos amarillentos, rodeada de salpicaduras irregulares capaces de suplir las flores y los paisajes del papel más abigarrado. En esa mancha yo tuve todo cuanto quise:

descubrí las Islas de Coral, encontré el perfil de Barba Azul y el rostro anguloso de Abraham Lincoln, libertador de esclavos, que reverenciaba mi abuelo; tuve el collar de lágrimas de Arminda, el caballo de Blanca Flor y la gallina que pone los huevos de oro; vi el tricornio de Napoleón, la cabra que amamantó a Desdichado de Brabante y montañas echando humo, de las pipas de cristal que fuman sus gigantes o sus enanos. Todo lo que oía o adivinaba, cobraba vida en mi mancha de humedad y me daba su tumulto o sus líneas. Cuando mi madre venía a despertarme todas la mañanas generalmente ya me encontraba con los ojos abiertos, haciendo mis descubrimientos maravillosos. Yo le decía con las pupilas brillantes, tomándole las manos:

-Mamita, mira aquel gran río que baja por la pared. ¡Cuantos árboles en sus orillas! Tal vez sea el Amazonas. Escucha, mamita, cómo chillan los monos y cómo gritan los guacamayos.
Ella me miraba espantada:

-¿Pero es que estás dormida con los ojos abiertos, mi tesoro? Oh, Dios mío, esta criatura no tiene bien su cabeza, Juan Luis.
Pero mi padre movía la suya entre dubitativo y sonriente, y contestaba posando sobre mi corona de trenzas su ancha mano protectora:
-No te preocupes, Isabel. Tiene mucha imaginación, eso es todo.
Y yo seguía viendo en la pared manchada por la humedad del invierno, cuanto apetecía mi imaginación: duendes y rosas, ríos y negros, mundos y cielos. Una tarde, sin embargo, me encontré dentro de mi cuarto a Yango, el pintor. Tenía un gran balde lleno de cal y un pincel grueso como un puño de hombre, que introducía en el balde y pasaba luego concienzudamente por la pared dejándola inmaculada. Fue esto en los primeros días de mi iniciación escolar. Regresaba del colegio, con mi cartera de charol llena de migajas de biscochos y lápices despuntados. De pie en el umbral del cuarto, contemplé un instante, atónita, casi sin respirar, la obra de Yango que para mí tenía toda la magnitud de un desastre. Mi mancha de humedad había desaparecido, y con ella mi universo. Ya no tendría más ríos ni selvas.

Inflexible como la fatalidad, Yango me había desposeído de mi mundo. Algo, una sorda rebelión, empezó a fermentar en mi pecho como burbuja que, creciendo, iba a ahogarme. Fue de incubación rápida cual las tormentas del trópico. Tirando al suelo mi cartera de escolar, me abalancé frenética hasta donde me alcanzaban los brazos, con los puños cerrados. Yango abrió una bocaza redonda como una "O" de gigantes, se quedó unos minutos enarbolando en el vacío su pincel que chorreaba líquida cal y pudo preguntar por fin lleno de asombro:

-¿Qué le pasa a la niña? ¿Le duele un diente, tal vez?
Y yo, ciega y desesperada, gritaba como un rey que ha perdido sus estados:
-¡Ladrón! Eres un ladrón, Yango. No te lo perdonaré nunca. Ni a papá, ni a mamá que te lo mandaron. ¿Qué voy a hacer ahora cuando me despierte temprano o cuando tía Fernanda me obligue a dormir la siesta? Bruto, odioso, me has robado mis países llenos de gente y de animales. ¡Te odio, te odio; los odios a todos!
El buen hombre no podía comprender aquel chaparrón de llanto y palabras irritadas. Yo me tiré de bruces sobre la cama a sollozar tan desconsoladamente, como sólo he llorado después cuando la vida, como Yango el pintor, me ha ido robando todos mis sueños. Tan desconsolada e inútilmente. Porque ninguna lágrima rescata el mundo que se pierde ni el sueño que se desvanece... ¡Ay, yo lo sé bien!
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  Juana de Ibarbourou