El periodista canadiense Carl Honoré, en "Elogio de la lentitud", nos
pasea por movimientos "tántricos", escuelas de meditación y ciudades invadidas por el nuevo estilo. Honoré sostiene que la cultura contemporánea tributa adoración a la velocidad y a la hiperactividad: a ser el primero, ser rápido, resolutivo, ejecutivo y agresivo, claves actuales del éxito laboral y social. Para contrarrestar hay que desacelerar y comenzar a apagar el televisor, tomar lápiz y papel y ¡hacer una lista de las actividades diarias. Y agrega que hay que tachar de esta lista todo aquello que consideremos prescindible y no tenerle miedo a la inactividad. Esta primera parada en nuestro alocado ritmo nos permitirá ver la vida de otra manera. Como ejemplo cuenta el caso de un agente de bolsa japonés que trabajaba noventa horas por semana y al que su empresa convirtió en un modelo a seguir. Murió en 1990 a los 26 años de un ataque cardíaco. El autor nos habla de directores de grandes empresas y "brokers" que dedican cada día unos minutos a hacer su momento de meditación y rebajar el estrés. Contrarreloj Pero algo está cambiando: en vez de desintegrar pelotas practicando squash, la gente se apunta a taichí; los habitantes de "lofts" céntricos dejan paso a una nueva tribu que se instala en casas rehabilitadas en el campo, conectadas al centro de trabajo por Internet; los jóvenes de la década anterior, (los llamados JASP) son relevados ahora por otros que se sienten realizados trabajando en ONG's... El autor sostiene que hasta las personas más agradables e inofensivas pueden volverse locas de furia ante el menor percance, simplemente porque vivir contra reloj es mucha presión para cualquiera. Los problemas de salud pública contemporáneos -estrés, depresión, insomnio, ansiedad, obesidad- son síntomas claros de que la forma de vida alocada rompe el equilibrio físico y psíquico de cualquiera. Disfrutar de la vida Cuando nos tomamos el tiempo necesario para cada cosa, podemos disfrutar. Esa es la teoría de Carl Honoré. Según su confesión, desde que él mismo cambió de hábitos, se siente más conectado con todo. * Ciudades lentas. Su ideal de hábitat es una ciudad de menos de 50.000 habitantes, porque un espacio así busca el ritmo humano: aumenta las zonas peatonales, instala bancos, planta árboles y cercos. * Almuerzo tranquilo. Hay que olvidarse de la comida rápida, donde se puede almorzar en diez minutos. * Caminar. Bajar el ritmo significa también tomarse más tiempo para todo. Si el lugar de trabajo queda relativamente cerca, lo mejor es salir más temprano de casa y caminar, sin apurones, sin ansiedades, para enfrentar el día con energía y sin tensión. * Sexo sin reloj. La ansiedad conspira contra el deseo, según Honoré, y afecta sobre todo a las mujeres. En este campo también hay que desacelerar y privilegiar la lentitud sobre todas las cosas. Música, velas, una comida romántica... Hay que reeducar la paciencia y encarar con todo el tiempo del mundo la conexión con el otro. * Menos televisión. Aunque se asocie con el ocio y el relax después del trabajo, la televisión no sólo no apacigua, sino que puede ser estresante. En lugar de petrificarse frente a la pantalla, Honoré recomienda meditar, leer un libro, escuchar música, porque son actividades que relajan más y predisponen al diálogo y a la serenidad.
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